Cumbre del G7: Lula intercedió a favor de Argentina ante el FMI

El mandatario fue el único latinoamericano invitado a la cumbre de los líderes del mundo y criticó el endeudamiento externo.
El mandatario brasileño ya había anticipado su discurso en favor de Argentina: “Voy a hablar con el FMI para que le quite el cuchillo del cuello a la Argentina”, manifestó días atrás en busca de contribuir a sanear el crédito irrisorio otorgado al gobierno de Macri.
La palabra de Lula ante el FMI
En este marco, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se manifestó a favor de la Argentina y criticó la deuda externa: «El endeudamiento externo de muchos países, que victimizó a Brasil en el pasado y hoy destroza a Argentina, es causa de una flagrante y creciente desigualdad, y requiere un tratamiento del FMI que considere las consecuencias sociales de las políticas de ajuste».
Lula, único latinoamericano invitado por el antiguo grupo de países más poderosos del mundo, se refirió a la Argentina después de recibir este mes en Brasilia al presidente Alberto Fernández. «El sistema financiero global tiene que estar al servicio de la producción, el trabajo y el empleo. Sólo tendremos un crecimiento sostenible real dirigiendo esfuerzos y recursos hacia la economía real«, agregó.
En el mismo sentido, habló de los obstáculos que atraviesan los gobiernos en el sistema actual: «No nos hacemos ilusiones. Ningún país puede hacer frente solo a las amenazas sistémicas actuales. La solución no está en la formación de bloques antagónicos o respuestas que incluyan sólo a un pequeño número de países. Esto será particularmente importante en este contexto de transición a un orden multipolar, que requerirá cambios profundos en las instituciones».
Un cambio de mentalidad
En su discurso, Lula Da Silva señaló a los líderes más poderosos del mundo y pidió «un cambio de mentalidad, derribando mitos y abandonar paradigmas»: «El mundo de hoy vive la superposición de múltiples crisis: la pandemia de Covid-19, el cambio climático, las tensiones geopolíticas, una guerra en el corazón de Europa, presiones sobre la seguridad alimentaria y energética y amenazas a la democracia«.
«No tiene sentido hacer un llamado a los países emergentes para que contribuyan a resolver las ‘múltiples crisis’ que enfrenta el mundo sin que se atiendan sus legítimas preocupaciones, y sin que estén adecuadamente representados en los principales órganos de gobernanza global», concluyó.