A 196 años del nacimiento del beato Fray Mamerto Esquiú

Hoy se conmemora un nuevo aniversario del nacimiento del emblemático obispo catamarqueño.
Nacido el 11 de mayo de 1826, en Piedra Blanca, Catamarca, el niño Mamerto de la Ascensión Esquiú estaba destinado a trascender su paso por este mundo.

Su vida se halló marcada por los milagros desde temprana edad: a los 5 años su madre, María de las Nieves, lo vistió con el hábito de San Francisco en cumplimiento de una promesa que hiciera, ni más ni menos, que por la recuperación de la grave enfermedad con la que su hijo había nacido.

Con tan solo 10 años Mamerto, en calidad de aspirante a la Orden, entró al convento franciscano de Catamarca.
Iniciada su carrera religiosa, puso su vida al servicio del prójimo. Fue caritativo y generoso ante toda necesidad, celoso en su ministerio, manso y humilde en su expresión, pobre al máximo y sacrificado.

Recorrió todas las capillas de Catamarca, aún las más lejanas; caseríos olvidados y algunos pomposamente llamados cascos de fincas o estancias. Pero también llegó a los más humildes puestos llevando el consuelo y la fe. Con su “dulcísima y atrayente voz”, como bien lo señala fray Luis Cano, “todos se agolpaban en torno a él para oír al predicador humilde y apostólico, que derramaba con sus palabras la caridad, cuyo fuego lo consumía”.

Esquiú hablaba el mismo idioma que los pobres, conocía las estrecheces materiales porque su familia las había vivido también. Pero gracias a la riqueza espiritual que desbordaba en él, les llevaba la esperanza que necesitaban para sobrellevar las malas cosechas, las sequías y los momentos difíciles en aquellos años que resultan difíciles imaginar.

Su existencia no solo marcó la vida de los catamarqueños. En Córdoba, por ejemplo, se decía que “conociendo al obispo, conoce todo lo que Córdoba tiene”. Y si alguien preguntaba dónde podía encontrar al padre Esquiú, la respuesta era: “recorra las calles de la ciudad, y aquella casa en que vea entrar o salir inmensa multitud de pobres y menesterosos, esa es la casa del obispo”.
En 1853, en un contexto de turbulencia y en el marco de la sanción de la Constitución Nacional Argentina, Esquiú pronunció un sermón sobre la carta magna, pidiendo por la paz y la unión de los argentinos. Sus constantes llamamientos a la hermandad y a la colaboración civil contribuyeron a crear el clima sociocultural necesario para el nacimiento del nuevo Estado Federal. Por esto es que se hace conocido en casi todos los ámbitos de la Nación.

En 1870 fue propuesto a la sede episcopal de Buenos Aires, pero el padre se consideró indigno y, por tanto, se alejó del país peregrinando a Tierra Santa, a Roma y a Asís.

Finalmente, marcado por las fatigas apostólicas, muere en plena actividad de celoso pastor en la posta de “El Suncho”, en Catamarca, el 10 de enero de 1883.

Pero allí no acaba el legado. El 19 de junio de 2020, nuestro Fray Mamerto Esquiú fue beatificado por el papa Francisco. Dicha beatificación se celebró el 4 de septiembre del siguiente año en el pueblo que lo vio nacer.
Confirmado el milagro de una pequeña niña tucumana que sanó gracias a su intercesión, el que por casi 140 años estuvo al lado de los que imploraban su favor, logró convertirse en el mayor prócer catamarqueño y en un alma inmortal.

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar